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coz. ¡Traiga el equipo médico! -Miles arrancó la linterna de entre los dedos de
Dea y éste corrió de nuevo hacia la cabaña.
Miles enfocó a Tonto con la luz y soltó un insulto en voz baja mientras sentía
que el estómago se le revolvía todavía más. Un corte grande, de treinta
centímetros y quien sabe qué profundidad, partía el cuello brillante del caballo.
La sangre del animal le había empapado la chaqueta y le corría por la
pantorrilla. Los dedos de Miles tocaron la herida con miedo y se extendieron,
tratando de cerrarla, pero la piel del caballo era elástica y volvía a separarse y
sangraba con fuerza mientras Gordo Tonto sacudía la cabeza por el dolor.
Miles se aferró a la nariz del caballo.
-¡No te muevas, muchacho!
Alguien había tratado de cortar la yugular de Tonto. Casi lo había logrado.
Tonto, manso, mimado, amistoso, confiado, no se había movido hasta que el
cuchillo se hundió hasta bien adentro. Cuando volvió el doctor Dea, Karal
estaba ayudando a Pym a ponerse de pie. Miles esperó que Dea lo revisara y
después lo llamó:
-Venga, Dea.
Zed, que parecía tan horrorizado como Miles, ayudó a sostener la cabeza de
Tonto mientras Dea inspeccionaba el corte.
-Pasé las pruebas -se quejaba Dea sotto voce mientras trabajaba-, vencí a
los otros veinticuatro aspirantes al honor de ser el médico personal del primer
ministro. Practiqué los procedimientos de setenta emergencias médicas
posibles, desde trombosis coronaria a intento de asesinato. Nadie... pero nadie
me dijo que mis obligaciones iban a incluir coser el cuello de un maldito caballo
en mitad de la noche, en medio de una región salvaje y ululante...
Pero seguía trabajando mientras se quejaba, así que Miles no le dijo nada.
Siguió mimando la nariz de Tonto con dulzura y frotándole hipnóticamente el
dibujo oculto de los músculos para calmarlo y tranquilizarlo. Finalmente, Tonto
se relajó lo suficiente como para apoyar el mentón sobre el hombro de Miles.
-¿Se les ponen anestésicos a los caballos? -preguntó Dea, en tono quejoso,
mientras sostenía su bloqueador nervioso médico como si no estuviera
demasiado seguro de lo que debía hacer con él.
-A éste, sí -dijo Miles con obstinación- Trátelo como a una persona, doctor
Dea. Es el último animal que entrenó personalmente mi abuelo. Él lo bautizó.
Yo lo vi nacer. Lo entrenamos juntos. El abuelo me hacía alzarlo todos los días
durante una semana entera después de que nació, hasta que se puso
demasiado grande. Los caballos son animales de costumbres, dijo el abuelo, y
las primeras impresiones les duran para siempre. Desde entonces, Tonto
piensa que yo soy más grande que él.
Dea suspiró y preparó el bloqueo anestésico, la solución para esterilizar a su
paciente, los antibióticos, los relajantes musculares y el pegamento biológico.
Con toque de cirujano, afeitó los bordes de la herida y colocó una red para
reforzarlos. Zed sostenía la luz con nerviosismo.
-El corte es limpio -dijo Dea-, pero va a sufrir mucha flexibilización... no creo
que se pueda inmovilizar a este animal en esa posición, ¿verdad? No, claro
que no. Supongo que con esto basta. Si fuera humano, le diría que
descansara.
-Descansará -le prometió Miles con firmeza-. ¿Se va a curar?
-Supongo que sí. ¿Cómo puedo saberlo, mierda? -Dea parecía muy
ofendido, pero estiró la mano y verificó lo que había hecho.
-El general Piotr -aseguró Miles- hubiera estado muy contento con su
trabajo. -Miles podía oír al abuelo en su cabeza, bufando de desprecio.
Malditos tecnócratas, no son más que unos doctores de caballos con
instrumental más caro. Al abuelo le habría encantado que la suerte le
demostrara lo exacta que había sido su definición-. Usted... Humm... no
conoció a mi abuelo, ¿no es cierto?
-No, milord -dijo Dea- Claro que he estudiado su vida y sus campañas.
-Claro.
Pym, con una linterna en la mano, recorría con Karal las líneas de caballos,
inspeccionando el terreno. El muchacho mayor de Karal había atrapado a la
yegua alazana y la había traído de vuelta. Era evidente que ella misma había
roto su cuerda, nadie la había soltado. La elección de la víctima equina, ¿había
sido azarosa o calculada? ¿Y calculada hasta qué punto? ¿Habían atacado a
Tonto como símbolo de su dueño o porque la persona que lo había cortado
conocía la pasión de Miles por el animal? ¿Era vandalismo, una afirmación
política o un acto de crueldad preciso, bien dirigido y sutil?
¿Qué te he hecho? pensó Miles en silencio hacia la oscuridad que lo
rodeaba.
-Se han escapado -informó Pym-, ya estaban fuera del alcance del detector
antes de que pudiera respirar de nuevo. Mis disculpas, milord. No parecen
haber dejado caer nada al suelo.
Tendría que haber un cuchillo, por lo menos. Un cuchillo, con la hoja
empapada en sangre de caballo y un dibujo de perfectas huellas dactilares
habría sido muy conveniente. Miles suspiró.
La señora Karal se acercó, despacio, y miró el equipo médico de Dea
mientras el doctor lo limpiaba y guardaba.
-Todo eso -murmuró entre dientes- por un caballo...
Miles se contuvo, apenas. Hubiera querido saltar y defender con calor el
valor de ese caballo en particular. Pero, ¿a cuánta gente había visto sufrir y
morir la señora Karal en el valle por falta de la mínima tecnología médica que
llevaba Dea bajo el brazo en ese momento?
Miles vigiló a su caballo desde la galería mientras la aurora se deslizaba
lentamente sobre el paisaje. Se había cambiado la camisa y se había lavado.
Pym estaba dentro. Le vendaban las costillas. Miles se sentó con la espalda
contra la pared y un bloqueador sobre las piernas mientras la oscuridad
nocturna se iba tornando gris. El valle era una mancha grisácea, envuelta en
niebla, las colinas parecían grandes olas oscuras más allá. Y justo sobre la
cabeza, el gris se iba transformando en un celeste pálido. El día sería hermoso
y cálido una vez que desapareciera la niebla.
Era evidente que había llegado el momento de llamar a las tropas de
Hassadar. El asunto se estaba poniendo difícil. Su guardaespaldas estaba casi [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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