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siguiendo senderos... pero parece que no hay senderos. La propia marcha es el sendero.
 ¿Y no temes que alguna vez sea difícil apartar tu corazón de lo que deseabas hacia lo
que Maleldil te envía?
 Entiendo  dijo la Dama un momento después . La ola en la que te zambulles podría ser
demasiado grande y rápida. Podrías necesitar todas tus fuerzas para nadar en ella.
¿Quieres decir que Él podría enviarme un bien como ése?
 Sí... o como una ola tan rápida y enorme que todas tus fuerzas serían pocas.
 Muchas veces ocurre así al nadar  dijo la Dama . ¿No forma eso parte del placer?
 ¿Pero eres feliz sin el Rey? ¿No deseas al Rey?
 ¿Desearlo?  dijo ella . ¿Cómo podría existir algo que yo no deseara?
Había algo en las respuestas de la Dama que empezaba a repeler a Ransom.
 No puedes desearlo mucho si eres feliz sin él dijo, y se sorprendió de inmediato ante el
malhumor de su propia voz.
 ¿Por qué?  dijo la Dama . ¿Y por qué, oh Manchado, se te están formando pequeñas
colinas y valles en la frente y por qué alzaste un poquito los hombros? ¿Son esos signos de
algo en tu mundo?
 No quieren decir nada  dijo Ransom con rapidez.
Era un pequeño embuste; pero no allí. Lo desgarró mientras lo pronunciaba, como un
vómito. Adquirió una importancia infinita. La pradera plateada y el cielo dorado parecían
arrojárselo de vuelta a la cara. Como aturdido por una ira inconmensurable en el aire mismo
tartamudeó una retractación:
 No quieren decir nada que pueda explicarte.
La Dama lo estaba mirando con una expresión nueva y más crítica. Tal vez, en presencia
del primer hijo de madre que había contemplado, preveía oscuramente los problemas que
podrían surgir cuando tuviera hijos propios.
 Ya hemos hablado lo suficiente  dijo al fin.
Al principio Ransom pensó que la Dama iba a volverse y abandonarlo. Después, cuando ella
no se movió, hizo una reverencia y retrocedió uno o dos pasos. Ella siguió sin decir nada y
parecía haberse olvidado de él. Ransom se dio vuelta y recorrió otra vez el camino a través
de la profunda vegetación hasta que los dos se perdieron de vista. La audiencia había
terminado.
SEIS
En cuanto la Dama se perdió de vista, el primer impulso de Ransom fue pasarse las manos
por el pelo, exhalar el aire de los pulmones en un largo silbido, encender un cigarrillo, meter
las manos en los bolsillos y, en general, pasar por todo ese rito de relajamiento que ejecuta
un hombre al encontrarse a solas después de una entrevista bastante angustiosa. Pero no
tenía cigarrillos ni bolsillos: ni se sentía realmente solo. Esa sensación de estar en
Presencia de Alguien que había caído sobre él con una presión tan insoportable en los
primeros momentos de la conversación con la Dama no desapareció al alejarse. En todo
caso había aumentado. Hasta cierto punto la compañía de ella había sido una protección y
su ausencia lo dejaba librado no a la soledad sino a un tipo de intimidad más terrible. Al
principio era casi intolerable; así lo expresó al contarnos la historia: "Parecía no haber sitio."
Pero más tarde descubrió que era intolerable sólo por momentos: en realidad justo en los
momentos (simbolizados por el impulso de fumar y meter las manos en los bolsillos) en que
un hombre afirma su independencia y siente que por fin está a solas. Cuando uno se sentía
así, hasta el aire mismo parecía demasiado ocupado para respirar; una plenitud absoluta
parecía excluirlo a uno de un lugar del que sin embargo era imposible partir. Pero cuando
uno cedía, se abandonaba a ello, no había que soportar ninguna carga. Se convertía no en
un peso sino en un medio, un esplendor como de oro comestible, potable y respirable, que
alimentaba y transportaba y no sólo se derramaba hacia uno sino también desde uno.
Tomado del modo incorrecto, asfixiaba; tomado del modo correcto, hacía que la vida
terrestre pareciera un vacío en comparación. Lógicamente, al principio los malos momentos
se repetían con frecuencia. Pero así como un hombre con una herida que le duele en ciertas
posiciones aprende poco a poco a evitarlas, Ransom aprendió a no hacer aquel gesto
interior. El día fue siendo cada vez mejor para él a medida que pasaban las horas. Durante
el transcurso del día exploró la isla con bastante cuidado. El mar aún estaba calmo y en
muchas direcciones habría sido posible alcanzar las islas vecinas con un simple salto. Sin
embargo, se encontraba ubicado en la orilla del archipiélago pasajero y desde una de las
costas se encontró mirando el mar abierto. Descansaban, o más bien derivaban lentamente,
en los alrededores de la enorme columna verde que había visto poco después de llegar a
Perelandra. Tenía una excelente visión del objeto a un kilómetro y medio de distancia.
Evidentemente era una isla montañosa. La columna resultaba en realidad un agrupamiento
de columnas ... es decir, de riscos mucho más altos que anchos, muy parecidos a dolomitas
exageradas, pero más suaves: tan suaves que sería más acertado describirlas como pilares
de la Calzada de los Gigantes6 magnificados al tamaño de montañas. La enorme masa
enhiesta, sin embargo, no se alzaba del mar. La isla tenia una base de territorio desparejo,
pero con tierra más lisa junto a la costa e indicios de valles con vegetación entre las lomas, y
hasta de valles más empinados y estrechos que trepaban de algún modo entre los riscos
centrales. Era tierra, ciertamente, verdadera tierra fija enraizada en la superficie sólida del
planeta. Desde donde estaba sentado podía distinguir confusamente la textura de verdadera
roca. En parte era tierra habitable. Sintió un gran deseo de explorarla. Parecía que
desembarcar no presentaría dificultades y hasta la gran montaña podía llegar a ser
escalable.
Ese día no volvió a ver a la Dama. A la mañana siguiente, temprano, después de
entretenerse nadando un poco y tomando la primera comida del día, estaba sentado una
vez más sobre la costa mirando hacia la Tierra Fija. De pronto oyó la voz de la Dama detrás
de él y se dio la vuelta. Había salido del bosque con algunos animales que la seguían, como
de costumbre. Las palabras habían sido de saludo, pero no parecía predispuesta a hablar.
Llegó y se detuvo en el borde de la isla flotante junto a él y miró con él la Tierra Fija.
6
Promontorio de Irlanda del Norte, integrado por pilares de basalto erosionado. (N. del T.)
 Iré allí  dijo al fin.
 ¿Puedo ir contigo?  preguntó Ransom.
 Si quieres  dijo la Dama . Pero tienes que entender que es la Tierra Fija.
 Por eso quiero recorrerla  dijo Ransom . En mi mundo todas las tierras son fijas y me
agradaría volver a caminar en un terreno así.
Ella emitió una súbita exclamación de sorpresa y lo miró con los ojos abiertos.
 ¿Entonces dónde viven en tu mundo?  preguntó.
 Sobre las tierras.
 Pero dijiste que son todas fijas.
 Sí. Vivimos sobre las tierras fijas. [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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