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ochenta y nueve a�os.
 Ochenta y nueve y medio, dir�a yo  susurró Miles.
El embajador Vorob'yev se puso un dedo sobre los labios, pero su mirada reveló que el
comentario le hab�a parecido gracioso.
S�. �se era el lugar donde pasaban las cosas; en comparación Yenaro y su c�rculo de
amistades eran insignificantes, mezquinos y marginales: estaban excluidos por edad, por
rango, por riqueza, por... todo. En el jard�n hab�a una media docena de burbujas de
hautladies que brillaban como antorchas p�lidas. Miles no hab�a visto nada igual en
ning�n sitio que no fuera el Jard�n Celestial. Al parecer, lady d'Har manten�a contactos
con sus hautparientes o exparientes. �Rian est� aqu�? Miles rezó por verla.
 Ojal� hubiera podido traer a Maz  suspiró Vórob'yev con pena . �Cómo consiguió
usted esto, lord Ivan?
 Yo no fui  contestó Ivan. Se�aló con el pulgar hacia Miles.
Vorob'yev alzó las cejas con sorpresa.
Miles se encogió de hombros.
 Me dijeron que estudiara a la jerarqu�a. Y aqu� est� el poder, �no es cierto?  En
realidad, ya no estaba tan seguro.
�Dónde estaba el poder en esa enigm�tica sociedad? Lo ten�an los ghemlores, habr�a
dicho �l hac�a un tiempo y no habr�a dudado ni un segundo: el poder es de quien controla
las armas, lo controla la amenaza de violencia. O los hautlores, que dominaban a los
ghem aunque fuera tangencialmente. Desde luego, no lo ostentaban las hautmujeres, tan
recluidas y remotas. �Acaso el conocimiento de ellas era un tipo de poder? Un poder muy
fr�gil. �Poder fr�gil? �No ser�a eso un ox�moron? El Criadero Estrella exist�a desde
tiempos anteriores a la protección del Emperador; el emperador exist�a porque lo serv�an
los ghemlores. Sin embargo, las hautmujeres hab�an creado al Emperador... hab�an
creado a los haut... hab�an creado a los ghem tambi�n. Poder para crear... poder para
destruir... Miles parpadeó, confundido y mordisqueó un canap� que ten�a la forma de un
diminuto cisne; le arrancó la cabeza primero. Las alas eran de harina de arroz, a juzgar
por el sabor, y el cuerpo, una pasta de prote�nas muy condimentada. �Carne de cisne
artificial?
El grupo barrayar�s se sirvió unas bebidas y empezó un circuito lento de los senderos
del jard�n, una comparación de los distintos paisajes de la ciudad. Tambi�n recogieron
miradas asombradas de los ghem y haut ancianos que los observaban; pero nadie se
acercó a ellos para presentarse, hacer preguntas o entablar una conversación. Por el
momento, hasta Vorob'yev se limitaba a mirar, pensaba Miles, pero seguramente no
desperdiciar�a las oportunidades de la velada para hacer alg�n contacto. Miles no estaba
muy seguro de cómo iba a sacarse de encima al embajador cuando apareciera su
contacto. Suponiendo que �se fuera el lugar del encuentro con quien fuera y que la idea
de la velada como punto de reunión no fuera el resultado de su imaginación desbocada.
O el lugar del siguiente intento de asesinato. Doblaron un sendero que rodeaba un
parterre y vieron a una mujer en ropa hautblanca pero sin burbuja, de pie, admirando la
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ciudad. Miles la reconoció por la gruesa trenza color chocolate que le ca�a sobre la
espalda hasta los tobillos, la reconoció a pesar de que ella le daba la espalda. La haut Vio
d'Chilian. Entonces, �el ghemgeneral Chilian estaba all�? �Y Kety?
Ivan contuvo el aliento. Claro. Sin contar a la anciana anfitriona, �sa era la primera vez
que su primo ve�a a una hautmujer fuera de la burbuja y al pobre le faltaba la... la
inoculación del suero de haut Rian. Miles descubrió que era capaz de mirar a la haut Vio
sin un temblor. �Acaso las hautmujeres eran una enfermedad que sólo se padec�a una
vez, como el legendario sarampión? �Una dolencia que dejaba al paciente inmunizado?
Si sal�a con vida, claro, aunque fuera con cicatrices...
 �Qui�n es ella?  susurró Ivan, hechizado.
 La hautesposa del ghemgeneral Chillan  murmuró Vorob'yev al o�do de lord
Vorpatril . El ghemgeneral tiene mucho poder: si quiere, puede pedirme su h�gado frito
para desayunar, lord Vorpatril. Y yo se lo mandar�a en persona. Las ghemladies solteras y
libres pueden distraerse como prefieran, pero las haut casadas est�n estrictamente fuera
de los l�mites. �Me ha entendido?
 S�, se�or  dijo Ivan, en voz baja.
La haut Vio contemplaba la gran c�pula del jard�n Celestial, que brillaba, opaca, al otro
lado. Parec�a hipnotizada. �Echaba de menos su anterior vida?, se preguntó Miles. Hab�a
pasado a�os exiliada en las tierras de Sigma Ceta con su ghemesposo. �Qu� sent�a
ahora? �Felicidad? �Nostalgia?
Seguramente alg�n movimiento de los barrayareses llamó la atención de la mujer,
porque volvió la cabeza hacia ellos. Durante un segundo, un segundo apenas, los
sorprendentes ojos color canela adquirieron la tonalidad met�lica del cobre en una
expresión de rabia tan absoluta que el estómago de Miles se cerró en un pu�o. Despu�s
el rostro se sumió s�bitamente en un hautismo tan suave y vac�o como la inexistente
burbuja, e igualmente poderoso y agresivo; la emoción abierta desapareció con tanta
rapidez que Miles ni siquiera supo si los otros dos hombres la hab�an percibido. Pero la
mirada de furia no hab�a sido para ellos; estaba en la cara antes de que ella se volviera,
antes de que pudiera identificar a los barrayareses, vestidos de negro, entre las sombras.
Ivan abrió la boca. Por favor, no, no, pensó Miles, pero Ivan ten�a que intentarlo.
 Buenas noches, milady. Bonita vista, �verdad?
Ella dudó un momento muy largo  Miles se la imaginó en un gesto de huida , pero
despu�s contestó en una voz grave, perfectamente modulada:
 No hay nada comparable en todo el universo.
Ivan, alentado, sonrió y se aproximó.
 Perm�tame presentarme. Soy lord Ivan Vorpatril, de Barrayar... Y... �l... es el
embajador Vorob'yev, y �l, mi primo, lord Miles Vorkosigan. Hijo de... ya sabe...
Miles hizo una mueca y se encogió. Contemplar el tartamudeo de Ivan en un momento
de p�nico sexual hubiera sido divertido en otras circunstancias, pero en �sas era tan
terriblemente embarazoso que ya no le resultaba gracioso. Le recordaba demasiado a... s�
mismo. �Fui tan est�pido la primera vez que vi a Rian? Le daba miedo pensar en la
respuesta: seguramente era un s�.
 S�  dijo la haut Vio . Lo s�.  Miles hab�a visto a alguna gente hablando a las
plantas con m�s amabilidad...
Basta, Ivan, deseó Miles en silencio. El marido de esta mujer es el primer oficial del
hombre que tal vez trató de matarnos ayer, �recuerdas? A menos que lord X fuera el
pr�ncipe Slyke despu�s de todo... o el haut Rond o... Miles apretó los dientes.
Pero antes de que Ivan pudiera hundirse todav�a m�s en sus palabras, apareció por el
sendero un hombre ataviado con el uniforme militar cetagandano. El maquillaje facial
acentuaba los rasgos marc�ndole el ce�o fruncido. El ghemgeneral Chilian. Miles se
quedó fr�o, pasó la mano por el brazo de Ivan y lo apretó con fuerza como advertencia.
La mirada de Chillan se deslizó un momento sobre los barrayareses con un gesto de
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sospecha.
 Haut Vio  se dirigió a su esposa . Acomp��ame, por favor.
 S�, milord  dijo ella, bajó las pesta�as y escapó alrededor de Ivan con un breve
gesto como despedida. Chilian se obligó a hacer el gesto que reconoc�a la existencia de [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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