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cargo como agentes especiales de la policía.
Es posible que se lo diga afirmó Murray.
Mickey me estaba esperando en el vestíbulo del hotel. Subió conmigo a la
habitación y me informó:
Tu Dan Rolff se escapó anoche del hospital hacia las doce. Los médicos
están preocupados. Parece que estaban a punto de hacerle una operación en
el cerebro. Pero Dan se ha largado, llevándose la ropa. Del Susurro no hay
ninguna noticia. Dick intenta encontrar a Quint. ¿Qué pasó con la chica? Me ha
dicho Dick que te enteraste del homicidio antes que la policía.
Esto...
Sonó el teléfono.
Una voz de hombre preguntó por mí, respetuosamente.
Sí dije. La voz dijo:
Habla Charles Proctor Dawn. Creo que seria beneficioso para usted acudir a
mi bufete en el momento que le sea más cómodo.
¿Sí? ¿Y usted quién es?
Charles Proctor Dawn, abogado. Tengo mi bufete en el bloque Rutledge, en
el número 310 de Green Street. Creo que le interesaría para su...
Le importaría decirme de que se trata pregunté.
Hay asuntos que prefiero tratarlos personalmente. Creo que le interesaría...
De acuerdo le interrumpí otra vez . Trataré de pasar a verle esta misma
tarde.
En ese punto de la conversación colgué el auricular.
Creo que me ibas a decir algo sobre la muerte de la Brand dijo Mickey.
No le dije . Quería decirte que no creo sea difícil localizar a Rolff, ya que
anda por ahí con la cabeza rota y probablemente cubierto de vendas. ¿Por qué
no lo intentas? Mira en primer lugar en Hurricane Street.
Mickey mostró una gran sonrisa sobre su colorada cara de payaso y dijo:
No me digas nada de lo que pasa en realidad. Al fin y al cabo lo único que
hago es trabajar contigo. Cogió el sombrero y se fue.
Fumé en la cama un buen rato, encendiendo cada cigarrillo con la colilla del
anterior, y pensando insistentemente en la noche anterior: en mi depresión, en
mi pérdida del conocimiento, en mi sueño y en la situación en la que me vi al
despertar. Lo desagradable de estos pensamientos hizo que la interrupción no
me importara lo más mínimo.
Alguien llamaba a la puerta rascando con las uñas. Abrí.
No le conocía. Era un joven delgado vestido estridentemente. Unas cejas
gruesas y un bigotito contrastaban su color negro azabache con un rostro
pálido y nervioso, pero nada tímido.
Me llamo Ted Wright dijo, extendiéndome la mano suponiendo que me
alegraría mucho al conocerle . Me imagino que habrá oído al Susurro hablar
de mí.
Le di la mano, le invité a pasar, cerré la puerta y le pregunté:
¿Es amigo del Susurro?
¡Claro que sí! chasqueó los dedos . Tanto como esto.
Permanecí en silencio. Escudriñó la habitación, sonrió autosuficiente, caminó
hasta la puerta del cuarto de baño, miró el interior, regresó a mi lado, se lamió
los labios y me hizo una propuesta:
Puedo librarle de él a cambio de medio de los grandes.
¿Del Susurro?
Sí, y bien barato se lo dejo.
¿Por qué supone que deseo su muerte?
Le dejó sin chica, ¿no es verdad?
¿Sí?
Usted no es nada tonto.
Tuve una idea. La dejé madurar y simplemente dije:
Siéntese. Eso vale la pena discutirlo.
Eso lo puede decidir en un momento me dijo mirándome con aspereza y
sin moverse hacia ninguna de las dos sillas . ¿Quiere usted echarle tierra
encima al Susurro, si o no?
No sé.
Dijo algo tan en voz baja que no le oí. Quiso marcharse. Me crucé en su
camino y se detuvo con los ojos inquietos. Le dije:
Eso quiere decir que el Susurro está muerto, ¿no? le dije.
Se echó hacia atrás y se puso una mano a la espalda. Le golpeé en el mentón,
con toda la fuerza de mis ciento noventa libras de peso.
Le fallaron las piernas y se derrumbó.
Le cogí por las muñecas, acerqué su cara a la mía y le dije broncamente:
¡Larga! ¿Qué te propones?
¡No se ponga así, no le he hecho nada!
Ni se te ocurra. ¿Quién ha matado al Susurro?
Le juro que no sé nada...
Le dejé libre una muñeca y le abofeteé en una mejilla con la mano libre, le volví
a coger la muñeca e intenté estrujársela, mientras insistía:
¿Quién ha matado al Susurro?
Dan Rolff balbuceó . Vino y le clavó al Susurro el mismo pincho que usó
con la puta. Puede creerme.
¿Cómo sabes que era el mismo con el que mató al Susurro?
Eso dijo Dan...
Y ¿el Susurro qué dijo?
Nada. Era un espectáculo verlo allí, de pie con el mango saliéndole del
cuerpo. Se sacó el arma de un tirón y se la clavó a Dan dos veces. Cayeron al
mismo tiempo, y se golpearon las cabezas, Dan con todas las vendas
chorreando de sangre...
¿Y después?
Después, nada. Les di la vuelta, eran dos fiambres. Esto que le estoy
diciendo es más verdad que la palabra de Dios.
¿No había allí nadie más?
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